Cristina y la seguridad
Después del último discurso de CFK se abrieron varias preguntas sobre cuáles podrían ser las propuestas de campaña en cuanto a la seguridad. Entrevista a Esteban Rodríguez Alzueta.
Hola! Soy Agus Colombo y los martes nos vamos a encontrar en este newsletter para comentar casos de violencia institucional y de género, hacer un seguimiento de las causas existentes y, en lo posible, intentar pensar y repensar algunos conceptos, tecnicismos e ideas a partir de ellos. Una vez más, ¡gracias por suscribirte!
Cristina y la seguridad
Por motivos logístico-laborales, la semana pasada no salió este newsletter (perdón y gracias por entender). Sin embargo, unos días antes (el jueves 17 de noviembre, para ser más precisa) Cristina Fernández de Kirchner había hablado en el acto por el Día de la Militancia Peronista, donde se metió en un tema que hasta ahora casi no había tocado —al menos públicamente—: la seguridad y la violencia institucional. Por eso me pareció interesante, para la edición de hoy, entrevistar a Esteban Rodríguez Alzueta, Doctor en Ciencias Sociales, docente e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes y la Universidad Nacional de La Plata y director del Laboratorio de Estudios Sociales y Culturales sobre violencias urbanas.
Tres preguntas a Esteban Rodríguez Alzueta
A partir del último discurso de Cristina, ¿Cuáles creés que podrían ser las propuestas concretas de campaña de Cristina y/o el Frente de Todos en cuanto a la seguridad?
El discurso de CFK fue un discurso inédito. Pocas fueron las veces que la vicepresidenta se dedicó a hablar de la “seguridad”. Esta vez la campaña arrancó muy temprano y si entre los candidatos se encuentra Bullrich, Ritondo, Cornejo y Morales es de esperar que la seguridad se convierta en uno de los temas principales. No hay que regalarle la seguridad a la derecha porque se va a llenar con otros contenidos, otras recetas y otras sensibilidades. Hay que levantar este tema. Esto es, me parece, lo que nos dijo CFK en su discurso.
Ahora, cuando miramos la seguridad con las experiencias previas del Frente de Todos, la verdad que tampoco tenemos muy claro de qué hablamos cuando hablamos de seguridad. Porque las gestiones progresistas han pivoteado entre el punitivismo y el progresismo, por turnos. Basta mirar la performance de Berni en la provincia de Buenos Aires, la de Sain en Santa Fe, o la de Aníbal Fernández ahora en Nación. Son todas gestiones que trajeron mucha confusión a la militancia, que contribuyeron a desencantarla. De modo que tu pregunta me parece central: ¿en qué estamos pensando cuando hablamos de seguridad democrática? Las palabras de CFK ya están en el éter y hay que llenarlas de sentido, un sentido que este más cerca de lo que pensamos nosotros. No se trata de escuchar lo que queremos oír sino de disputar sentidos que no estamos escuchando claramente.
Ahora bien, cualquier agenda hay que cargarla a la cuenta de un acuerdo político que garantice un acuerdo social. El tamaño y la complejidad de la conflictividad social urbana requiere de una intervención articulada, no solo entre los distintos poderes, sino entre las distintas agencias del mismo poder ejecutivo, y entre los gobiernos provinciales, con el gobierno federal y los gobiernos locales. Todo esto necesita tiempo, incluso mucho tiempo. Y si no podemos celebrar estos acuerdos, no vamos a poder salir del “bacheo policial”, los intendentes y ministros de seguridad seguirán tapando agujeros, y haciendo “seguridad” con la tapa de los diarios, remando cada acontecimiento que conmueve a la opinión pública. Por eso, el debate de la seguridad hay que leerlo al lado de la urgencia de un acuerdo, que es un tema que CFK viene reclamando desde hace varios discursos.
¿Qué implicaría que las fuerzas de seguridad respondan a autoridades civiles? ¿Es viable pensar un esquema de ese tipo, por ejemplo, para la Policía Bonaerense?
Acá, me parece que CFK no está hablando de la corporativización de las agencias de seguridad sino de la existencia de pequeños grupos de policías que no están encuadrándose. Sectores de las policías que cuentan con la protección de fiscales y jueces y que operan al margen del esquema de recaudación tradicional. Quiero decir, una policía que no ordena, sino que introduce caos, tiene cada vez más dificultades para regular las ilegalidades plebeyas. Esto es algo que se puede ver en Santa Fe y en algunos distritos del Conurbano Bonaerense.
Por eso, el reclamo de Gendarmería de CFK es el reclamo de muchos intendentes que ven que tienen que hacerse cargo de la seguridad preventiva, mientras la Bonaerense, o sectores de ella, algunas Comisarías y Departamentales, al desentenderse de esta tarea, tienen las manos libres para hacer lo que quieren hacer: dedicarse a regular los mercados ilegales y hacerlo por cuenta propia.
Eso por un lado, porque por el otro, es el reclamo también de la gente. No hay que perder de vista el desprestigio que arrastra la Bonaerense en general. La sociedad no confía en la policía y los funcionarios quieren compensar la desconfianza social con la autoridad policial, reponiendo la autoridad, acompañando a las policías con posiciones autoritarias. Y esto, lejos de traer tranquilidad terminan agregando más problemas a los barrios. De allí la importancia de bajar la Gendarmería al territorio, una agencia que llega con otro prestigio. Pero acá quisiera hacer la siguiente aclaración: el modelo no es Aníbal Fernández sino Nilda Garré, es decir, no es El Plan Centinela, sino Cinturón Sur*. Cuando Garré emplazó a la Gendarmería en la Ciudad de Buenos Aires lo hizo al mismo tiempo con las Mesas Barriales, participando a la comunidad organizada en los debates sobre la seguridad. Es decir, hay que bajar a los gendarmes, pero empoderando a las organizaciones sociales para que controlen su labor cotidiana. De lo contrario vamos a encontrar reproducidas muchas escenas de hostigamiento como las que vivimos en el Plan Centinela.
*Nota: el Plan Centinela (2010) consistió en aumentar la cantidad de efectivos policiales en el Conurbano Bonaerense, mientras que el Operativo Cinturón Sur (2011) se trató de trasladar a efectivos de la Gendarmería Nacional hacia los barrios vulnerables de la Ciudad de Buenos Aires para cumplir funciones policiales.
¿Qué rol juegan en ese planteo los jueces y los fiscales que muchas veces son cómplices -por acción u omisión- de la violencia institucional?
Como dijo Hannah Arendt, “las estructuras no van a juicio”. Vos no vas a desandar el gatillo policial con una sentencia oportuna. En la Provincia de Buenos Aires hay pabellones en las cárceles que están repletos de policías que cometieron distintos delitos, y la violencia continua. ¿Por qué? Porque no es una cuestión de manzana podrida. Hay que cambiar el canasto que las contiene. Y eso necesita reformas, es decir, acuerdos políticos previos, y mucha militancia. Digo esto porque no hay que acotar la violencia policial al gatillo policial. Hay otras formas de violencia que también merecen una especial atención.
Además, si uno piensa los homicidios dolosos con las estadísticas en la mano, te vas a dar cuenta que tenés más chances de que te mate tu pareja violenta adentro de tu casa, tu vecino armado, o un pibe en ocasión de robo. Solo un pequeño porcentaje se los llevan las fuerzas de seguridad en su totalidad, es decir, no solo los policías. Esto no significa que no sea un problema, no pretendo bajarle el precio al gatillo fácil. Es un gran problema porque estamos hablando de gente profesional, entrenada especialmente para usar la fuerza letal y no letal de acuerdo a parámetros de legalidad, proporcionalidad y oportunidad. Lo que quiero decir es que no hay necesidad de apelar al pánico moral para agendar al gatillo policial. Los policías saben que los jueces no escriben la misma sentencia, no tienen la misma biblioteca en sus despachos. Los policías saben que hay un montón de periodistas que están encima suyo siguiendo sus prácticas. Acá se ha avanzado mucho.
Pero hay algunas tareas pendientes que están vinculadas a la dimensión moral de la violencia policial, a lo que los pibes llaman el “verdugueo”, el hostigamiento policial. El hostigamiento no se va a desandar a través de la justicia, es decir, judicializando los eventos, sino con una serie de reformas de largo aliento, y dialogando con la policía. Pero para dialogar hay que dejarle de hacer bullying a la policía porque si no, esos diálogos te quedan lejos. Lo que los referentes sociales tienen que saber es que cuando demonizan a la policía están dejando solos a los pibes en el barrio. Si queremos llegar antes, si no queremos que haya otro caso de gatillo fácil y hay que llegar antes, eso significa que debemos estar cerca de los pibes, conocer sus problemas para luego agendarlos e ir a planteárselos al comisario del barrio. Esos diálogos son una manera de subirle el costo político a la detención policial, es una manera de hacerle saber a la policía que los pibes no están solos, que detrás de ellos estamos nosotros, la militancia. Dialogar no implica hacerse amigo del comisario, sino conocer sus nombres, mantener una puerta abierta para ir a plantearle estos problemas. Es muy difícil, si no imposible, cuestionar el hostigamiento policial con el que se miden la gran mayoría del piberío en los barrios más pobres y no tan pobres, a través de la justicia. Por eso pienso que se duplicaron las tareas para la militancia, que hay que reforzar nuestras militancias, y hay que hacerlo sin contarse cuentos. Las rutinas policiales necesitan de otras rutinas militantes.
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CRIMEN DE LUCIANO OLIVERA
El juez de Mar del Plata Gabriel Bombini elevó a juicio oral la causa contra cinco miembros de la Policía bonaerense acusados por el homicidio de Luciano Olivera. El 10 de diciembre de 2021, Luciano, de 16 años, conversaba con otros adolescentes en una plaza en Miramar cuando la policía comenzó a dispersarlos. A Luciano, que manejaba su moto, lo empezaron a seguir en el patrullero en el que viajaban González y otros tres policías. Según la fiscal, Maximiliano González bajó del auto y disparó en forma sorpresiva contra Luciano, quien, de acuerdo con la investigación, ni siquiera llegó a a percibir la "acción intempestiva" para ponerse a resguardo, ya que la moto aún estaba en movimiento. Esa misma madrugada, la mamá de Luciano llegó al lugar y los policías le dijeron que su hijo había sufrido un accidente. Ella misma denunció que se dio cuenta de la mentira porque vio que Luciano tenía un disparo en el pecho.
El principal acusado es Maximiliano González, quien podría recibir la pena de prisión perpetua por el delito de homicidio triplemente agravado por alevosía, por haber sido cometido por un miembro de las fuerzas de seguridad y por uso de arma de fuego. Por su parte, los otros cuatro policías están acusados de encubrimiento y falso testimonio.
TRAVESTICIDIO EN SAN MARTÍN
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VIOLENCIA POLICIAL EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES
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En el Hospital, Gabriel tiene como custodia a la misma Policía que lo agredió hasta casi matarlo. Tras presentar la denuncia, los familiares de Gabriel recibieron la visita en el hospital de policías vestidos de civil que les sugirieron que desistieran de las acciones judiciales.
PRIMERA QUERELLANTE TRANS EN UN JUICIO DE LESA HUMANIDAD
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¡Hasta el martes que viene!
Agus.
Ha mutado la postura de Alzueta acerca de la policía, me sorprendió. No se. Suena ingenua, pero se que tiene el tema muy estudiado. Para reflexionae