Lo de “tener pueblo” es maravilloso. Me refiero a un pueblo al que volver. Sea el lugar donde has nacido, en el que pasaste tu infancia, el que veraneaste, o donde vivieron tus abuelos o padres. Las circunstancias dan igual, el caso es tener pueblo. Y regresar a él, ya sea de vacaciones o visita.
Que te ponga los pelos como escarpias, como a mí cuando vislumbro en la carretera la torre del mío, Almendralejo. Te entra un “nosequé” que sólo pueden entender las personas a las que les pasa lo mismo. Son emociones en las que se ven involucradas el pasado y el presente, se puede llamar nostalgia, cariño, orgullo. Y luego, pisar el pueblo. No son pisadas cualquiera, son las pisadas de tu infancia, o adolescencia, las de los seres que amaste y ya no están. Las huellas entrañables de una vida pasada en esas calles, las de mi pueblo salpicadas de casas encaladas, de casas con solera, con historia, con olor a uva, presidida por la altiva torre de los Almendros, respirando Romanticismo: “navega velero mío, sin temor, que ni enemigo navío, ni tormenta, ni bonanza, tu rumbo a torcer alcanza, ni a sujetar tu valor".
Cada uno sabe lo que le debe a su pueblo, veranos entrañables, baños, abuelos, ferias, juegos sin fin en la calle, sensación de libertad experimentada a edades tempranas, primeros amores, verbenas, besos furtivos. Yo al mío le debo una enormidad: una infancia feliz, en la calle, en el patio de mi casa, alrededor de un pozo con geranios y una pequeña fuente en la que trepaba hiedra, cerca los animales, “Currita” y “Sara” las perras, “Pirulo” el chucho callejero, “Niebla” el perro de mi hermano, “Lucero” la gata, los canarios y la tortuga. Y los pollitos de colores. A todos les acompañaba “La morita” el hada de 100 años que “vivía” en el fondo del pozo y que nos dejaba misteriosas golosinas. Cuando voy a mi pueblo vuelven los ecos de las voces dulces de mi madre, y mi abuela, las de mi padre, y mi abuelo. Lo recuerdo todo con una sonrisa, no he perdido nada, tuve la dicha de vivirlo. Y en cada paso que doy cuando vuelvo, ellos me acompañan. Y vuelvo, por ellos y por los de hoy: mis paisanos, mis amigos. Seres entrañables que tanto me han dado y que hacen honor al título de mi pueblo: “Ciudad de la cordialidad”.Orgullo.
Ayuntamiento de Almendralejo
“Asin es”😘
Qué bonito Sonia, me has emocionado. Me repartía la felicidad entre dos, y en zonas muy distintas, en la sierra de Gredos, allá en lo alto, en el puerto de Casillas, donde visitar los castaños ocupaba buena parte de mis ocupaciones en las salidas matutinas para recoger sus frutos y otras tantas para asar esas hermosas , brillantes y sanas castañas en la chimenea del salón de la casa. Y en la tierra del membrillo, en Puente Genil, donde tantas y tantas veces me salía al pilar del patio de la casa a refrescarme con su calmada agua y me adentraba en la aventura de espantar y aplastar avispas por doquier con la zapatilla para disfrutar después de una rica y tranquila merienda. En fin. Tantas y tantas cosas que me has despertado con tu preciosas palabras ... un beso amiga.