El mito del Mundial que tapa la realidad.
Que permite manipular a la gente, que tapa la realidad política o que es usado por los gobiernos son algunos supuestos que se analizan en esta oportunidad.
¡Hola! ¿Cómo estás? Ya arranca el mundial, pero hace menos de una semana seguían jugando en Europa como si nada. Una pelea entre la UEFA y la FIFA en la que exprimieron a los jugadores, los expusieron y les quitaron toda la mística de la previa y la preparación. Encima, apenas terminen, vuelta al ruedo y a la máxima competencia. En épocas de preocupación por la salud mental de los deportistas de élite, acá hay una alerta de la que nadie se va a hacer cargo.
Al menos en Argentina, no enterarse del Mundial de fútbol es casi imposible. Desde la invasión de anuncios publicitarios hasta las conversaciones casuales, parece que el fútbol pasa a ser la única preocupación. Por eso, siguiendo con la temática Qatar 2022 iniciada la entrega pasada, hoy voy a profundizar sobre el mito “el Mundial de fútbol es usado por la política”. ¡Así que vamos con eso!
El engañado es el otro
Se acerca el mundial y la conversación casual cambia. Subís al ascensor en el trabajo o en tu edificio y el calor dejó de ser la novedad. Entrás al negocio y, antes de algún comentario sobre la economía, hay otro tema de acercamiento. Ya no importa si mañana va a llover, si al otro le parece que está pesado el clima o ¡cómo aumenta todo!, ahora preguntamos si se van a juntar a ver el partido, cómo van a hacer con el horario o si escuchó el último rumor sobre alguna selección o figura relevante.
Presentado así, casi parece que es lo único de lo que se habla, desgraciadamente para los que no les gusta ni se sienten atraídos por el fenómeno. Porque, incluso los que lo rechazan pero deciden darle relevancia, entran a la conversación con supuestos mensajes de superioridad moral acerca de las prioridades que deberían tener las escuelas, por ejemplo. Más allá de lo repetitivo de esos intentos de debate, a esta altura del siglo XXI la pose de intelectual que rechaza el fútbol por popular (“El opio de los pueblos” desde la izquierda, “pan y circo para los pobres” desde la derecha) es, a mi entender, una demostración de un deseo de ser intelectual más que de tener herramientas para serlo.
Sin llegar a esos extremos de desprecio (o incapacidad) por este fenómeno planetario, se encuentra quien afirma que el resultado de los partidos puede influir en el proceso electoral o que sirve de pantalla para tapar otras cuestiones como la realidad política o medidas que, en otro contexto, concentrarían todo el rechazo de la población. Estos usos políticos del Mundial remiten a ideas previas que se tienen sobre, por ejemplo, el Mundial de 1934 para la Italia de Mussolini o la supuesta adhesión que generó el Mundial 78 para el gobierno militar argentino. No sólo se encuentra en la gente de a pie, sino que muchos políticos profesionales esperan el evento como una oportunidad.
Lo primero que vale la pena marcar es que, al igual que la culpa, siempre el engañado es el otro. Quien tiene esta postura puede estar hablando todo el día del mundial, ver todos los partidos y los noticieros con los enviados a Qatar, pero sabe que la imagen de Messi levantando la copa significa un aumento de votos para el oficialismo. “La gente se olvida, se deja llevar por los festejos”, porque siempre esa gente es otro. Puede ser el que compartió el ascensor conmigo, el comerciante que tuvo más ventas o, principalmente, los pobres. O que va a estar distraída y no va a ver que le aumento la nafta, piensa el político (Supongo que quienes crean que de esto se puede sacar provecho están bastante a favor de la idea de Gianni Infantino de hacer uno cada 2 años).
Esta construcción siempre es abstracta, nadie conoce a alguien que haya cambiado su voto o no haya prestado atención a sus costos de producción durante el mundial, porque apunta más a la existencia de un “clima social”, una idea que se usa para desvalorizar lo masivo, a las masas, que por falta de recursos económicos o intelectuales (o ambos). Este “pan y circo” de la modernidad serviría, entonces, para mantener calmos los ánimos sociales.
El mensaje de este cartel sólo ameritaba para un meme.
El argumento peleado con el arco [de la realidad]
Los otros días circuló un paper que hablaba del crecimiento de las economías de los países luego de ganar el Mundial. Esta nota de Chequeado pone en evidencia la falta de rigor para establecer esa relación causal. Pero además, los últimos campeones (Italia, España, Alemania y Francia) pertenecen a la Unión Europea, ¿realmente puede tener más impacto el gol de Iniesta que una decisión del Banco Central Europeo? Un poco de perspectiva a veces tampoco viene mal.
Más allá de lo económico, también es fácil rebatir la adhesión política que puede generar ganar el mundial, como elemento extraordinario que reordena la sociedad. Francia se consagró en Rusia 2018 en el mes de julio y en octubre estallaba el movimiento de los chalecos amarillos contra el presidente Emmanuel Macron, en principio, por el alza de los precios de los combustibles. Alemania, luego del título en Brasil 2014, parece una excepción en este recuento. Bajo el liderazgo de Angela Merkel, logró en 2015 surfear la crisis migratoria que vivía Europa por los refugiados sirios.
España, por el contrario, retoma la inestabilidad y la manifestación contra el poder político. Consagrada en Sudáfrica 2010, luego de obtener la Eurocopa 2008, el 2011 encontró al gobierno de Rodríguez Zapatero con la novedad de los movimientos de los indignados, que coparon las calles de Madrid y otras ciudades. Este descontento popular repercutió en las instituciones, teniendo que adelantar las elecciones legislativas previstas en el 2012 para noviembre del 2011, donde el PSOE (oficialismo) fue derrotado por el PP opositor.
Remontándonos al 2006, Italia demuestra que ganar un mundial no cambia la inestabilidad política del sistema. Tras las controvertidas elecciones de 2006, en las cuales terminó certificando la Corte de Casación la derrota de Berlusconi por menos de 25 mil votos sobre 38 millones emitidos, Cannavaro lideró a la selección que sólo recibió 2 goles en todo el mundial y se alzó con el trofeo. Sin embargo, en enero de 2008, el gobierno del Primer Ministro Romano Prodi ya había caído y fue necesario un nuevo llamado a elecciones, donde ganó nuevamente Berlusconi.
Cerrando este recorrido, el último campeón sudamericano fue Brasil en 2002, con Ronaldo como figura. En medio de una crisis económica que se extendía desde 1998, el 30 de junio Brasil se despachó con un categórico 3-0 en la final frente a Alemania. Tres meses después, se realizaron las elecciones para elegir al nuevo presidente. El oficialismo, representado por José Serra, fue derrotado por el PT, permitiendo a Lula acceder a su primer mandato. No hubo Mundial que cambiara el curso político, incluso en un país que respira fútbol.
¿Acaso somos un país aislado, excepcional y nos apartamos de la regla? No. El mundial de 1978 no fue un espaldarazo para la dictadura militar. A pesar de los intentos oficiales por generar una unidad nacional y los estadios llenos, los festejos no implicaron un olvido del terrorismo de estado: se aprovechó la presencia de medios internacionales para continuar con las denuncias y al año siguiente la Comisión Interamericana de Derechos Humanos visitó al país en el marco de las denuncias por las violaciones de derechos humanos. Lo siento, León, pero el fútbol no tapó todo.
El segundo título se obtuvo en democracia, bajo el gobierno de Alfonsín, en México 1986. El radicalismo lidiaba con una crisis económica heredada desde que asumió el poder, pero las elecciones legislativas de 1985 y el éxito inicial del Plan Austral, fueron la antesala de Maradona consagrándose a los ojos del mundo. Sin embargo, las elecciones de 1987 demostraron que una copa ganada no sólo no consolidó el apoyo popular, sino que el gobierno fue derrotado por el peronismo.
Para no caer en el exitismo, llegar a una final lo podemos considerar también un gran Mundial y una oportunidad de unidad y ventaja para los gobiernos. Solo para reforzar un poco el punto, podemos decir que el año 1990, subcampeones en Italia, culminó con protestas contra el presidente por los decretos de indultos. O, luego del subcampeonato de 2014 en Brasil, el oficialismo perdió las elecciones presidenciales de 2015.
Recorrida por el Estadio
Ya recorrimos Rusia y Brasil, ahora es el turno de Sudáfrica 2010.
Banco de suplentes: La mirada de Vicente del Bosque, DT campeón con España.
Los despachos: Nelson Mandela fue clave para que el Mundial se jugara en Sudáfrica (y Blatter sigue soñando con su Premio Nobel de la Paz).
Las tribunas: El recordado mundial de las vuvuzelas, aturdiendo al principio pero después nos acostumbramos.