Los que crecimos en los años 80 vivimos el comienzo de la edad de los videojuegos. Para nosotros eran un mero pasatiempo, pero nunca nos lo tomamos como algo trivial. Ahora estamos en una cultura muy diferente que permite que los jóvenes se ganen la vida (y de qué manera) jugando a videojuegos.
Del cartucho, al CD, a la descarga.
Si te digo que hubo un tiempo en el que, para jugar a un videojuego, tenías que meter una cinta de cassette en una consola y escuchar unos sonidos infernales (un buen rato) hasta que la información se cargaba en tu diminuta pantalla y aparecía algo similar a un juego, ¿me creerías?.
Sí, antes de que todo fuera inmediato y tuviéramos barra libre gracias al streaming, hubo una década en la que jugar era sinónimo de gastar dinero poco a poco, moneda a moneda. Pasar las horas en un salón repleto de máquinas recreativas fue el pasatiempo favorito de toda una generación de niños y adolescentes. La escasa oferta multimedia a nuestro alrededor nos hacía contemplar aquellas grandes máquinas encastradas en robustos muebles de madera y conglomerado, como si fueran monolitos a los que rendir pleitesía.
La cultura de los salones recreativos dio paso a la de las reuniones en casa de amigos alrededor de una video consola. Cuando en los 90 la primera generación de Playstation y Xbox llegó a nuestras vidas, los que habíamos anhelado tener aquellas máquinas recreativas en nuestro cuarto, vimos hacerse realidad nuestros sueños. Ahí empezó una carrera que nos llevó de las cintas de cassette de los Spectrum y compañía, a los los aparatosos cartuchos de las primeras video consolas, pasando luego por los diskettes de videojuegos para PC, hasta que al final todo se volvió digital y se metió en CDs. Todo esto en apenas 20 años de evolución tecnológica que ha terminado con el juego en nuestros bolsillos, gracias a la cultura de los móviles.
Lo que tenemos hoy en día era inimaginable hace 20 años. Al igual que los chavales de 1982 jamas soñaron con tener lo que se disfrutaba en 2002. La evolución no deja de sorprendernos con nuevos avances que dejan obsoleto el modelo anterior de diversión. Sin embargo hay una constante en todas estas décadas, la tecnología nos empuja a imaginar un futuro mejor y los videojuegos son el mejor lugar para plasmar esos sueños.
Por mucho que creamos que esta todo inventado, siempre habrá margen para la sorpresa. Otra cosa es que nosotros hayamos perdido la capacidad de ilusionarnos con las novedades, algo cada vez mas complicado, porque vivimos bombardeados por avances que no somos capaces de asimilar. También es algo muy relacionado con la edad de quién juega. Un señor de casi 50 años no disfruta igual de una nueva experiencia, que un joven de menos de 30. La perspectiva que da la edad marca mucho nuestra capacidad de sorpresa.
Quizás por eso es bueno volver atrás para tomar conciencia de lo mucho que hemos progresado. Ahora mas que nunca, se hace necesario recuperar elementos del pasado que le den contexto a los logros del presente, y así valorar mejor lo que llegue en el futuro.
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