El color de la cotidianeidad se percibe de diferente manera en la realidad vital de Centroamérica. Si bien es cierto en Centroamérica no existe una sociedad de castas como en otras regiones del mundo, el legado heredado del contexto socioeconómico puede pesar tanto como pertenecer a una determinada casta; y como tal, es muy difícil salir de ese contexto. En otras palabras, si naces pobre es muy difícil salir de esa condición pues el sistema paulatinamente se ha vuelto tan poco permeable que escalar posiciones es una tarea casi imposible.
En Centroamérica leemos narrativas de desigualdad si eres joven que vive en el área rural; aparte del precario acceso a servicios básicos esenciales como agua, energía, internet o simplemente carreteras o vías transitables, algunas tradiciones y prácticas culturales son como una pesada losa, asignando roles a conveniencia de una sociedad anclada en valores machistas; y la narrativa se vuelve devastadora en este contexto rural si eres indígena y mujer. Y aunque la realidad social rural es un contexto de limitaciones, hay cierta homogeneidad entre los diferentes estratos pues se ven afectados por las condiciones precarias de sus servicios públicos. Y el grado de humanidad sigue siendo latente por la solidaridad de sus pobladores ante situaciones desfavorables que afecta el bien común.
Algo muy diferente en un contexto urbano. En las ciudades centroamericanas se patentiza una brecha de desigualdad tan visible como dolorosa; lujosos edificios y ostentosas residencias se levantan al lado de barriadas precarias o asentamientos improvisados. Calles impolutas de zonas acomodadas conviven con otras sucias que son hogar de desposeídos: así se evidencia cotidianamente en Centroamérica la reinante desigualdad social, una de las más acentuadas del mundo. La realidad cotidiana centroamericana lleva años entrampada en una alta desigualdad y un bajo crecimiento, que se han agravado con la crisis económica y social derivada de la pandemia causada por el coronavirus Covid-19. En Tegucigalpa, capital de Honduras, se puede ver en sus calles gran cantidad de gente mayor, y niños, prácticamente en situaciones de indigencia. En Ciudad de Guatemala y Panamá, los contrastes de la excesiva opulencia de un pequeño grupo, instalado en verdaderas fortalezas residenciales, frente a la pobreza de la mayoría es palpable. O en San Salvador, en la que más de la mitad de sus habitantes viven hacinados en viviendas con servicios públicos precarios. Y la desigualdad en Managua, capital de Nicaragua, patentizada en la muy limitada capacidad de consumo de sus pobladores para la adquisición de bienes básicos.
La vida en las ciudades de Centroamérica es cruda, puede llegar a ser mortal, pero indudablemente está llena de vida e inspiración. Y muy pocas personas encuentran en esta cotidianeidad, el arte como ese hilo invisible que nos entrelaza y teje de forma silenciosa. Como la poeta hondureña, Diana Vallejo, una voz femenina que irrumpe en ese saber estar en total y absoluta presencia. Diana vive, come y bebe la ciudad; y la regurgita con su poemario Días Urbanos, con el que se cuelga en los pormenores de la vida diaria. La ciudad, sus miserias e incomprensiones, es inspiradora de poetas urbanos.
A pesar de esta herida de desigualdad citadina, sus escenarios o espacios de convivencia respiran el ajetreo diario de sus dinámicas. En el poema, Hora punta, la poeta escribe “En la plaza peatones gritos y alimentos… traen la bulla el atraco”. El día a día en las ciudades centroamericanas es intenso, marcadas por el ir y venir de las gentes inspiradas por un instinto de supervivencia y convivencia; mercados que son polos de atracción del comercio, el intercambio y la delincuencia menor; vibrantes estaciones de buses que son nodos de vidas enlazadas; sofisticados centros comerciales con el transitar de sus visitantes emulando el movimiento envolvente de una meca comercial del sigo XXI, o los parques o plazas centrales, punto de encuentro de una diversidad, de ladrones y vividores, oficinistas y empleados públicos… denominados burócratas por una población que a veces sufren la indolencia de estos, desempleados, artistas de la calle, guardas jurados o guachimanes, vendedores de nimiedades, poetas, escritores, bebedores de la vida… A pesar de las desigualdades, estos espacios son puentes que a veces se transitan en varios sentidos, permitiendo fugazmente cierto grado de convivencia entre iguales.
Este poemario, Días urbanos, trae y retrotrae elementos o seres inanimados del medio citadino, para refrescarnos la memoria y los sentimientos hacia ese microcosmos que nos envuelve día a día y al cual vemos de sumo indiferentes. Lo que para el resto de nosotros una simple mesa, un ratón, un puente, un mondadientes, una lata, el bus de ruta, un apero, el taxi o una mosca no importa nada, ella, poéticamente, les saca provecho.
El devenir rutinario del ser humano en la ciudad-capital es la motivación de una poeta que crea belleza de las pesadumbres, ansiedades, desvaríos, impaciencias; reflejos del anquilosamiento humano citadino. Diana nos lleva a través de formas, colores, texturas sonidos, imágenes reales, palpables, a "tocar puntos de ternura" en la fría urbanidad. La poesía de Diana Vallejo nos muestra una de las aristas secretas de la realidad; una realidad tan explícita y evidente que a veces es la más difícil de captar; la de los detalles del diario vivir que son insignificantes a simple vista. La poesía de Diana, en Días urbanos, es una reveladora de secretos.
Si algo nos llama la atención de Días urbanos es el candor con que la que la poeta enfrenta situaciones consideradas no poéticas por la tradición; lo trivial, lo aparentemente insignificante, lo cotidiano, forman parte de su mundo literario. En su descripción de lo cotidiano hace una crítica voraz sobre el buen vivir de nuestra sociedad; sinónimo de frivolidad, rigidez y hasta de estulticia.
Nos podemos imaginar a Diana, sentada en la caseta de tacos y baleadas del parque la Leona, desde donde se abraza a casi toda la ciudad, beber pequeños sorbitos de una Tegucigalpa que titila en la noche, escondiendo sus miserias y callando los gritos de una población cansada de las injusticias. Solo Diana sabe descifrar los misterios que ofrecen los más pequeños detalles de una ciudad que estimula su inspiración con una realidad desbordante. Y es que en una realidad como la centroamericana, no es común el cultivo del detalle y la observación de lo minúsculo. Diana ve poesía donde el resto de los mortales vemos cotidianeidad. Ella no teme al error, lo desafía por insignificante, o por la urgencia de escribir y publicar que la habita en medio de su realismo fantástico y así se lanza en busca del cuento feminista postmoderno, las tramas hacen giros y sorprenden, las palabras fluyen sin freno desde la voz de una narradora total.
Frente a esa verdad, nadie que tenga un ápice de sensibilidad, puede negarle un público reconocimiento a esta dama del verso, polifacética de diáfano pensamiento que sin mucho aspaviento coloca el nombre de la mujer hondureña en un sitio de relevante dimensión, elevando también el nombre de Honduras con sus publicaciones, ya que son un tesoro y un manantial de inspiración pura y soñadora.
Días urbanos es una publicación de Diana Vallejo, y Pez Dulce Editorial la publicó en el año 2000. Fue galardonado con el Premio Iberoamericano por la Academia de Minas Gerais en Brasil en año 2007.
Diana Esmeralda Vallejo Baca es poetisa, escritora, pintora, gestora cultural hondureña, conocida por su lucha por los derechos humanos en Honduras después del golpe de estado de 2009. Formó parte del grupo de poesía Casa Tomada, entre 1993 y 1998. Miembro activo de la Asociación Nacional de Escritoras de Honduras y de la Unión Nacional de Escritores y Escritoras de Honduras. Entre sus obras podemos mencionar El dromedario en el balcón azul, editado en Suecia por Smokadoll Förlag, Historias de un pájaro nocturno- siempre vuela un testigo dentro de las almas” contentiva de 12 cuentos tales como Mientras tanto, Tragos de aire, El paraguas, Con las botas bien puestas. Y un ensayo sobre Rubén Darío auspiciado por la biblioteca Central de la Casa Cultura Azuay en Ecuador. El proyecto Rostros del barrio, implementado por el Museo Remigio Crespo de Ecuador ha incluido una serie de sus poemas. Ha impartido conferencias literarias en Guatemala, El Salvador, Nicaragua, México, Alemania, Brasil, Argentina, Dinamarca, España, Eslovenia, Suecia y Noruega.
Valllejo, Diana. Días urbanos. Tegucigalpa: Pez Dulce, 2000. ISBN: 978-99926-2050-2.
Sabido Sánchez, Fernando. 2564 Diana Vallejo. En Poetas siglo XXI. Recuperado de: enlace
Ramírez, Esa de. (2023). El pájaro nocturno de Diana Vallejo. En la Tribuna (8 de enero). Recuperado en: enlace
Centroamérica, reino de la pobreza y la desigualdad social (2022). En Perspectivas suizas (19 de julio). Recuperado en:enlace