Centroamérica entre líneas
Centroamérica entre líneas: un blogcast de libros
Vostok
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Vostok

de Guillermo Acuña

Centroamérica representa apenas el 1% de la extensión territorial del mundo, sin embargo, es hogar del 8% de la biodiversidad mundial y posee alrededor del 12% de las costas de Latinoamérica y el Caribe. La magnífica biodiversidad de esta región se ve condicionada por la estructura social de la tenencia de la tierra, el crecimiento de la población y de las desigualdades, las migraciones y la pobreza, así como por prácticas productivas, principalmente agrícolas y forestales, que han generado pérdida, degradación y fragmentación de hábitats, sobreexplotación de recursos naturales, contaminación y degradación ambiental.

Adicionalmente, Centroamérica es una de las regiones más expuestas a fenómenos climáticos; sus sociedades y ecosistemas son particularmente vulnerables a los efectos adversos del cambio climático. Al ser un pequeño istmo entre dos continentes y entre los océanos Pacífico y Atlántico, tiene extensas costas con áreas de baja altura. Es una región recurrentemente afectada por sequías, lluvias intensas, ciclones y el fenómeno El Niño. Alberga bosques y ecosistemas de alta biodiversidad, dentro de zonas montañosas, los cuales no sólo enfrentan degradación y deforestación, sino los efectos de alzas en la temperatura y eventos extremos hidrometeorológicos. Entre el amplio rango de efectos climáticos en la región centroamericana, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático establece la temperatura y nivel del mar, eventos de blanqueamiento de corales, eventos extremos, atraso en el inicio de las lluvias, y mayor irregularidad e intensidad de éstas. El cambio climático está magnificando las vulnerabilidades socioeconómicas de la región e incidirá cada vez más en su evolución económica, dado que los factores dependientes del clima son decisivos para las actividades productivas, como la agricultura y la generación hidroeléctrica, y para sus habitantes y ecosistemas. Paradójicamente Centroamérica es una de las regiones del mundo donde el impacto del cambio climático será mayor, siendo esta productora de una mínima parte de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial, sólo con el  0.8% de las emisiones brutas totales. Y es tan igualmente paradójico que la actual Conferencia Anual del Clima, conocida como COP28, y en la que se hará un balance de los esfuerzos mundiales por reducir la emisión de gases de efecto invernadero, se esté llevando a cabo en la ciudad de Dubai, en los Emiratos Árabes Unidos, una de las principales naciones productoras de petróleo y gas y cuyo modelo de desarrollo se basa en el uso de los combustibles fósiles, que son la mayor fuente emisora de gases de efecto invernadero.

Aunque pueda parecer que todo lo relacionado con el cambio climático es un concepto nuevo, en verdad, la historia de la ciencia del cambio climático se inició a principios del siglo XIX cuando se sospechó por primera vez de las épocas glaciares y otros cambios naturales en el paleoclima, y se identificó el efecto invernadero natural. A finales del siglo XIX, los científicos ya argumentaron que las emisiones humanas del efecto invernadero podrían cambiar el clima, pero los cálculos fueron cuestionados. Muchas otras teorías del cambio climático estaban más avanzadas, involucrando fuerzas que iban desde el vulcanismo hasta la variación solar. De hecho, la estadounidense Eunice Newton Foote, nacida en 1819 y fallecida en 1888, fue la primera científica en teorizar que incluso aumentos moderados en la concentración de dióxido de carbono atmosférico podrían provocar un calentamiento global significativo.

Y es que los cambios climáticos, en su origen, son un proceso natural de la tierra como ente vivo debidos a variaciones en la actividad solar o erupciones volcánicas grandes. Un ejemplo de ello fue el fenómeno denominado La Pequeña Glaciación o Pequeña Edad de Hielo, que se dio desde comienzos del siglo XIV hasta mediados del XIX. Este fue un período frío polar que puso fin a una era extraordinariamente calurosa llamada óptimo climático medieval, acontecimiento acaecido entre los siglos X al XIV de nuestra era común. Los investigadores Bradley y Jones en 1993, Hughes y Díaz en 1994 y Crowley y Lowery en el año 2000, describen la Pequeña Edad de Hielo como «una época en la cual el hemisferio norte tuvo un modesto enfriamiento de menos de 1 °C».

Sin embargo, desde el siglo XIX, las actividades humanas han sido el principal motor del cambio climático, debido principalmente a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas.

Y es que la cuestión climática, además de ser un socorrido tema de conversación entre desconocidos, está presente con solo leer la primera página de la obra Vostock, del escritor costarricense Guillermo Acuña. Esta nos recribe con una noticia del 21 de julio de 2013, con la que nos anticipa que los escritos que estamos por leer nos sumergirán en una pequeña edad de hielo, íntima y desgarradora.

El mismo día en que el Instituto Meteorológico de Baleares registraba la mayor temperatura del siglo en Mallorca, con 40 grados y una humedad del 72 por 100, según daba cuenta el diario español ABC, el termómetro de la estación científica rusa de Vostok se desplomaba hasta los ¡89,2 grados bajo cero!, la temperatura más baja registrada jamás en el planeta.

Una masa de aire frío procedente del océano Atlántico se instaló durante diez días en la meseta de la Antártida donde está ubicada la base, a 3.488 metros de altitud, lo que unido a la ausencia de nubes y al fenómeno del diamante en polvo (minúsculas partículas de hielo suspendidas en el aire) creó las condiciones para llegar a estas extremas temperaturas.

Con este gélido poemario de Guillermo Acuña, hacemos una expedición al frío más desconocido, al invierno más crudo, a la noche más larga, a un lugar inimaginable para la mayoría de nosotros, remoto, en unas coordenadas lo más al sur del planeta posible, en el polo austral. La base rusa Vostok se asienta en las antípodas del polo norte, en un continente con 14 millones de kilómetros cuadrados de hielo que paradójicamente es un desierto sin arena, donde el clavelito antártico cohabita con un lago dulce y plácido que subyace a 3748 metros de la plataforma helada.

Guillermo desgrana su prosa poética para describirnos esta hinóspita estación polar de investigación, que al autor le recuerda al hospital infantil, grande, impersonal, doloroso pero cierto. El autor describe Vostok como un dinosaurio que mueve la cola, vastísima superficie en apariencia inamovible, en la que el termómetro es la única condición posible de movimiento; que de tan fría hiere y de tan blanca enceguece, pero que en su interior respira al calor de las pieles que conviven hibernando, mientras los cuerpos se entonan con vodka para desentumecer sus articulaciones. La convivencia se vuelve pesada, como el ambiente que se respira, o mejor dicho, se mastica.

En palabras de la escritora y periodista Ana Beatriz Fernández, Guillermo es el acorazado de la palabra de esta expedición que resquebraja ese líquido congelado para sustraer la inteligencia del asombro, la obstinación vehemente y tenaz del explorador romántico de finales del siglo XIX y principios del XX. Por estas virtudes, afirma Ana Beatríz, incrustó la bandera de la sensibilidad en un territorio tan desolado e inhóspito, y, sin embargo, tan elocuente y majestuoso, ante el cual solo nos queda sentir nuestra propia pequeñez. O mejor dicho, sin estas cualidades no habría podido pulverizar los diamantes que quedaron suspendidos en el aire, el día en que en la base de Vostok el termómetro marcó la temperatura más baja registrada por científicos.

Esta noche Vostok ha marcado una tropical temperatura de (menos) -89.2. La estación es un viejo cascarón, como avión ruso sobrevolando el Lago de Nicaragua en los años ochenta, sin instrumentos y apunto de bajar sin pudor al Sandino. Es tarde. El tubo de ensayo ha recogido las últimas muestras para ser estudiadas. Las variaciones enseñan marcas parecidas a tu cuerpo en mi boca. Es hielo todo lo que confunde el hedor a miel. El Aeroflot es un ser inseguro sobre Managua.

Así lo cuenta Guillermo en la composición En el cerro de la muerte.

Con Vostok de Guillermo Acuña, nos sumergimos en la mejor tradición de aquellos seres humanos que se atrevieron a surcar el océano austral del fin del mundo para maravillarse con lo ignorado. Aquellos navegantes temerarios, o aventureros insensatos, depende de como se mire, que registraban su día a día en bitácoras o diarios de abordo. Guillermo, con una prosa poética densa, a veces hiriente como el frío hielo, a veces gélidamente salvaje, nos transporta a un paraje hinóspito de hielo, lagos, ríos subterráneos y aguas gélidas. En sus plalabras, Como mar muerto, parte el aire este silencioso cuadro de una voz rupestre, ancho como caderas, abierto al instante del centígrado, prefijo iluminado, condensado hasta cansarse, leido, extraviado. Este gran mar, solitario, donde nos han dejado hasta fosilizarnos, retratarnos en una fotografía en blanco y negro con texto de fondo: poliarnikis de piel gruesa, hacen del olvido un pasaporte.

Guillermo, con Vostock, nos sumerge nuevamente en una pequeña edad de hielo, marcada por la extrema temperatura de 89.2 grados bajo cero. Una temperatura glacial que nos hace recluirnos en nosotros mismos, a expensas de un silencio reparador. Tal vez podemos perder la noción del tiempo y del entorno en los parajes gélidos que nos describe el autor, pero la poética prosada de Guillermo, nos hace aferrarnos a nuestros propios recuerdos y nos ayuda a olvidar despacio, mientras el frío, ya sea climático, ya sea producto de una ausencia, nos hamaca.


Guillermo Acuña escribió Vostock y Metáfora editores la publicó en 2022.

Guillermo Acuña nació en 1969. Es sociólogo con una especialidad en Comunicación Social, docente universitario, investigador social y especialista en temas migratorios a nivel regional centroamericano y escritor costarricense. Como escritor, perteneció al Taller de Literatura Activa Eunice Odio en Costa Rica, entre 1990 y 1993. En poesía ha publicado Programa de Mano en 2008, El fin de los días, En cuerda floja y Amares en 2014, En ninguno de tus mapas en 2015, Al fondo del corazón en 2017 y Sobre el origen de las primaveras en 2019. En cuento publicó Por vivir en quinto patio en 2017 y en ensayo Déjennos pasar. Migraciones y trashumancias en la región centroamericana en 2019.

Ha sido publicado en las antologías “Instrucciones para salir de un cementerio Marino” del taller de literatura Activa Eunice Odio, en 1992; “Sostener la Palabra. Antología de Poesía Contemporánea costarricense, en 2008; Antología Poesía del Encuentro en 2010 y la Memoria del XII Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango, en homenaje a la Vida y Obra de las personas desaparecidas en Guatemala. En el año 2013 fue incluido en una edición especial de la publicación hispanoamericana Otro Lunes, editada en Berlín, Alemania, como parte de una selección de poesía centroamericana. En el año 2014 fue incluido en la publicación literaria Rayuela, del Diario El Péndulo, en Chiapas, México, como parte de una selección de poesía costarricense. En ese mismo año, trabajos suyos fueron incluidos en la edición especial de la Revista Apócrifa Conjetura, dedicada al Festival Internacional de Poesía de Costa Rica. En el 2016 fue incluido en el espacio cultural La Guardarraya, del Diario Día a Día News, publicado en Los Ángeles, California.

Ha colaborado en la realización de encuentros internacionales de poesía, como el encuentro de escritores costarricenses y nicaragüenses en San Carlos de Nicaragua, en Octubre de 2013 y en Liberia, Costa Rica, en noviembre de 2014 y la organización de la Sede Heredia del Encuentro Internacional de Escritores Tierra de Poetas, San Ramón 2014 y 2015. Ha organizado eventos literarios relacionados con la migración, tales como encuentros, lecturas y talleres, a nivel nacional y regional.


Fuentes consultadas:

  • Acuña, Guillermo. Vostock. Quetzaltenango: Metáfora editores, 2016. ISBN: 978-9929-40-837-1.

  • Hernández, Germán (2017). Guillermo Acuña González – Vostock. En El signo roto (13 de febrero). Recuperado de: enlace.

  • Veyrat, Miguel (2022). “Vostock” Guillermo Acuña (Costa Rica). En Fonoteca de Poesía contemporánea (25 de julio). Recuperado de: enlace.

  • Granados Agüero, Pedro (2022). “Vostock” Guillermo Acuña (Costa Rica). En Blog de Pedro Granados(27 de julio). Recuperado de: enlace.

  • Metáfora (2021). Guillermo Acuña -Costa Rica-.En Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango (9 de noviembre). Recuperado de: enlace.

  • Poetas nuestros: Guillermo Acuña González (2023).En Costa Rica Hoy Noticias (19 de agosto). Recuperado de: enlace.

  • Aguilar Agüero, Mayling (2021). “Déjennos pasar”: de solicitudes atemporales y poesía. En Centro por la Justicia y el Derecho Internacional  (9 de mayo). Recuperado de: enlace.

  • Guillermo Acuña (2021).En Festival Internacional de Poesía de Bogotá (17 de abril). Recuperado de: enlace.

  • Fernández, Ana Beatriz (2017). Reseña: Vostok (poesía- metáfora-gua) - Guillermo Acuña. En Palabra y Punto, Literatura que comunica (15 de febrero). Recuperado de: enlace.

  • Astorquia, Jorge (2021). La pequeña edad de hielo permitió a Colón llegar a América. En: El ágora, diario del agua (26 de noviembre). Recuperado de: enlace

  • Para Villalta, Edgar Eduardo (2021). Emergencia del cambio climático en Centroamérica: Un reto para unirnos. En: Friedrich Ebert Stiftung (21 de mayo). Recuperado de: enlace

  • Planelles, Manuel (2023). Nueve claves sobre la cumbre del clima: ¿Por qué la COP28 se celebra en Dubái? En: ElPaís, Clima y Medio Ambiente (29 de noviembre). Recuperado de: enlace

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