Caminando dormidos
Es hora de pensar en el cambio demográfico. Europa y EEUU deben resolver sus dilemas migratorios. Latinoamérica dejará de crecer en un par de décadas. África será el gran proveedor de mano de obra.
Uno de los titulares que más me llamó la atención durante ese extraño período entre Navidad y Año Nuevo fue: “World population increased 75 million in 2023”. Así, el planeta habría comenzado 2024 con 8.019’876.189 personas.
La cifra fue entregada por el US Census Bureau, lo que explica el por qué la cobertura del reporte se enfocó en Estados Unidos. Por ejemplo, que ese país sumó 1,7 millones de habitantes en 2023, y que gracias a la migración la población no se contrae.
El reporte nos da una razón para recordar los cambios demográficos que están ocurriendo alrededor del mundo y provocando cambios políticos y sociales. Un ejemplo es el caos político que mantiene paralizado a Alemania, y que tiene su origen en la división generada por una inmigración descontrolada y la falta de políticas de integración.
La resistencia de la izquierda europea a reconocer que no hay sociedad que aguante olas masivas de inmigración sin control ha llevado a problemas fiscales, de seguridad y con ello mayor polarización política. En Alemania, los costos relacionados a la migración y asilos alcanzaron los EUR 48.2000 millones en 2023. Como referencia, la cifra es un 40 por ciento de lo que el país dedica al pago de pensiones; y, más notorio aún, el capital destinado a migración y asilo supera los EUR 43.000 millones de déficit fiscal al primer semestre.
Los problemas no son exclusivos de Alemania. Resultados electorales recientes en Holanda y Suecia muestran que el discurso nacionalista y antinmigración asegura victorias electorales. Mientras, las presiones de nuevas olas migratorias crecen.
Marruecos, Argelia, Túnez y otros países de África son los principales puntos de origen de los migrantes que han llegado en los últimos años a Europa. Hacia 2100, sólo la población de África seguirá creciendo, mientras en el resto de las regiones se contraerá. Al ritmo actual, la población de esta región crecerá 70% respecto a su nivel actual hacia 2050. Sin una revolución institucional y democrática, es imposible pensar en que las economías de esta región podrán absorber tal crecimiento poblacional.
Problemas a la vista
Los cambios también se darán en Latinoamérica. Las proyecciones de las Naciones Unidas muestran que el crecimiento demográfico en la región se dio en 2018 y desde entonces ha comenzado a desacelerarse. A partir de 2057, la población de la región comenzaría a contraerse. Para Brasil y Chile el cambio llegará incluso antes, en 2047 y 2048, respectivamente.
Es más, en palabras de Jean-Christophe Salles, CEO de Ipsos en Latinoamérica, “la región experimentará la tasa de envejecimiento poblacional más rápida que se haya dado en el mundo”. Latinoamérica envejecerá dos veces más rápido que Europa. Para 2050, proyecta Ipsos, el 18% de la población en la región tendrá más de 65 años. Hoy ese grupo representa sólo el 9%.
En dos décadas, Latinoamérica perderá uno de los factores se suele mencionar como atractivo para atraer inversiones: una población joven y clase media creciente.
Seamos optimistas y pensemos que la clase media seguirá creciendo en la región. Pero una población mayor representará mayores desafíos en productividad laboral y mayores gastos fiscales (pensiones, salud).
Para reflexionar
Estamos caminando dormidos, pero aceleradamente hacia un cambio radical de nuestras estructuras sociales. Estas son sólo algunas preguntas a las que urge dar respuesta:
¿Cómo financiaremos las mayores demandas por cuidados y servicios de salud?
¿Cómo financiaremos pensiones por más años, con menos trabajadores aportando al sistema?
¿Y si llegamos al momento de cambio demográfico, al momento en que la población comienza a contraerse, todavía con tasas de productividad laboral negativas?
¿Cuál será nuestra política de migración?
¿Cómo prepararemos a nuestras sociedades para aceptar e integrar a personas con culturas, idiomas, religiones y costumbres muy diferentes?
¿Cómo defenderán los países de Occidente las libertades y derechos de mujeres y minorías cuando en su población haya un mayor porcentaje, quizás hasta mayoritario, de personas que no comparten los mismos valores?