Lo que tu foto de WhatsApp dice de ti (parte II)
Aquí la parte I de este artículo.
Tu foto de perfil de WhatsApp no eres tú (ni ningún otro ser vivo).
Un cartel reivindicativo, una cita célebre, un floripondio pixelado, una ducha de playa, una pintura impresionista… Todos son ejemplos sacados de mis contactos de WhatsApp, pero podrían ser los tuyos.
Cómo quieres que te vean los demás: como alguien con un mundo interior complejo, misterioso, incluso indescifrable (¿lo de la ducha de playa…?). Alguien con preocupaciones que se salen de lo mundano y del yo: puede ser el arte, la justicia social o el futuro del planeta, aunque lo que tú prefieres es que se quede en algo inconcreto, indefinido. Que te pregunten si les interesa. Así les puedes soltar la chapa.
Cómo eres en realidad: he de decir que, de todas las categorías, quizás esta sea la más honesta. En otras palabras, aquí es donde más coinciden cómo querrías que te vieran y lo que eres en realidad. Aunque eres más simple de lo que te gustaría, la verdad es que a través de tu foto logras sembrar preguntas en tus contactos. Además, te gusta que te las hagan y no te importa dedicar tiempo a responderlas. Eres poco individualista y crees en la comunidad y en la cooperación. Tienes muchos intereses y aficiones y, aunque es probable que algunos no persistan en el tiempo, hay uno o dos que te obsesionan y que prácticamente forman parte de tu identidad.
Tu foto de perfil de WhatsApp retrata tu momento vital.
El nuevo bebé de tu compañero de trabajo, la reforma de la cocina de la vecina, tu colega con la moto que se acaba de comprar… Todos sabemos de qué estoy hablando. Tiempo medio de cambio de foto: lo que tarde en aparecer una novedad mejor (dos meses máximo).
Cómo quieres que te vean los demás: como una persona a la que no dejan de pasarle cosas de esas que al resto de los mortales nos pasan una vez al año como máximo.
Cómo eres en realidad: casitoooo. Quieres casito. Que tu primo tercero te felicite por tu embarazo, que tu ex de hace diez años rabie por lo feliz que pareces en la foto de tu boda y que todo el mundo se entere de que ayer cumpliste años. De pequeño no te prestaron suficiente atención y por eso la buscas ahora. No te hacen falta grandes hitos: cualquier suceso vital es susceptible de convertirse en algo extraordinario. Puedes tener rasgos perseguidores (tu novio te engaña y tú pones como foto una frase pasivo-agresiva del tipo «no importa cuán bueno seas, nunca serás suficiente para alguien que no sabe lo que quiere») o victimistas (te ingresan en el hospital y pones una foto de ti intubado pero haciendo el gesto de la victoria, cosa que no disminuye sino que de hecho aumenta el dramatismo de la imagen). Lo más probable es que estés vacío por dentro. Y que seas un envidioso de cuidado.
Tu foto de perfil de WhatsApp es tu mascota.
Según un estudio del que no tengo pruebas pero tampoco dudas, un 17% de tus contactos de WhatsApp tienen a su gato o perro (vivos o muertos) como foto de perfil.
Cómo quieres que te vean los demás: te da igual cómo te vean los demás. Lo único que te interesa es que vean a tu mascota, que es el centro de tu mundo. Pero recuerda: tu mascota no es el centro del mundo de los demás. (Vamos, que dejes de dar la brasa con tu gato en cualquier conversación). (Esto también vale para los hijos).
Cómo eres en realidad: es difícil de precisar. La verdad es que tienes las mismas papeletas para ser un amor de persona o un ser insoportable. Decide tú. (Tu periquito era monísimo, por cierto —ver punto 2 de la entrega anterior—).
Tu foto de perfil de WhastApp ha cambiado siete veces a lo largo de las últimas semanas.
Nadie escapa del riesgo de caer en esta categoría alguna vez en su vida. Ese contacto que mantenía la misma foto desde que se abrió WhatsApp pero ahora lleva un mes cambiándola cada dos días podrías ser tú antes de lo que piensas. Precisamente por eso todos deberíamos empatizar con quien, sin venir a cuento, empieza a comportarse de manera tan errática, saltando de categoría en categoría sin ton ni son: hoy salgo yo buceando, mañana yo con mi nuevo sobrino, al otro coloco la foto de un arcoíris en tonos sepia, al otro yo buceando otra vez. Lo bueno es que es solo una fase. Tarde o temprano, las aguas volverán a su cauce y tu contacto a su categoría habitual.
Cómo quieres que te vean los demás: al igual que en la categoría 4 —véase la primera parte de este artículo—, aquí el sintagma «los demás» puede traducirse por alguien concreto. Y sí, también suele ser un ex. Pero hay más posibilidades: un antiguo jefe, tus padres, tus compañeros de pilates o incluso tu comunidad de vecinos. Sea quien sea el destinatario real de esas fotos que no paras de cambiarte, quieres que te vea como una persona que lucha, que no se rinde, que mira hacia adelante. Alguien sin miedo ni apego al pasado, con las ideas y los objetivos claros.
Cómo eres en realidad: cómo eres no te lo puedo decir. Antes tendría que saber en cuál de las categorías anteriores encajas normalmente. Pero cómo estás ahora sí que me atrevo a sugerirlo. Lo estás pasando mal. Pero mal, mal. Estás en una crisis de identidad fuertecita. En un 70% de los casos, tu pareja te ha dejado. El 30% restante se divide a partes iguales en: te han despedido del curro, te has mudado a un sitio en el que no conoces a nadie o has cerrado una etapa vital y te estás preguntando quién narices eres ahora. Te da la sensación de que tus metas, prioridades y deseos se modifican por momentos. De ahí tanto cambio de foto: ninguna de las que escoges sientes que te representa a los dos días de habértela puesto. La persona que eligió esa fotografía como la más representativa de sí misma ya no eres tú. También te digo que si todo esto va de que te han dejado, repasa el punto número 4. Ahí también hay mucho de ti.
Hasta aquí el análisis whatsapperil. Me he dejado un montón de categorías en el tintero: fotos con una muestra del trabajo creativo del sujeto (una ilustración, por ejemplo); fotos de uno mismo así sin más (sin paisajitos de fondo ni nada); fotos de estudio; retratos de la familia nuclear; retratos familiares en los que cabe todo el árbol genealógico vivo; fotos de uno mismo de pequeño; fotos con la pandilla de amigos; fotos en las que se te corta la cara, etc. Pero todo eso para una posible tercera entrega.
Porque de los estados de WhatsApp mejor no hablamos, ¿no?
Hasta el lunes que viene,
Irene