Te cuento como aprendí a tomar distancia
Y que tiene que ver con eso con mi pausa en redes sociales
Le llamaré distancia.
Se me da bien.
Te digo cómo empezó el entrenamiento porque lo recordé hace pocos días.
Unos ojos me miran encendidos.
Me broto. La piel enrojecida.
Seguido del susto, ansiedad, miedo.
Las gallinas que se escapan. Los gansos corren lejos, chillan lo que yo debería.
La mugre. El olor. Los gritos que anuncian que lo que viene tiene mala pinta.
El fuego que no puedo frenar. La furia de mamá como un huracán violento que se lleva todo, incluyéndome.
El límite que no puedo asimilar. El borde que se pierde. Me nace la palabra, el orden, a ver si así me salvo y nos calmamos. Pero no, no es suficiente.
En ese entorno, una vez más recordé una escena de mi infancia: mi madre dándome la cabeza contra la pared a ver si así entiendo, una más, otra más, se queda con mechones en la mano, luego me arrastra desde los hombros por el piso, hacia la puerta de salida, una patada más por si quedan dudas, cómo a un perro de la calle y afuera. Con la puerta cerrada, a la noche y con frío puede ser que entiendas. Atrevida.
Cállate y no llores.
Y así.
Esa pequeña niña llorando en silencio, esa pequeña niña que aún vibra en mí acurrucada en aquel patio.
Cosas peores si las hay. No lo dudes.
Hay distancias necesarias para salvarnos.
Pero ¿hasta cuándo? y ¿a qué precio?
Evadirme. Distanciarme. Distraerme. Hacer hasta no sentir.
Así se formó la adulta. Todo mío, me hago cargo.
Y hace años que voy en el camino de regreso para acortar esas distancias. En acercarme más, conectarme más, distraerme menos, evadirme menos, hacer menos. Dice nuestra maestra Laura Gutman que “el soldado se muere con las botas puestas”. Es lo más probable.
Aún así me comprometo. Cada movimiento interno que hago para registrar cómo estoy y qué necesito me trae más preguntas necesarias. Más revisión.
Hace poco hice un movimiento inverso.
Tomé otro tipo de distancia, una pausa básica y parcial en mis actividades cotidianas, del hogar, en mi agenda, y en las redes sociales. Es una pausa con intención. La intención es dirección, a veces también es deseo, pero principalmente es dirección.
Distanciarse en este caso no es rechazar, es adoptar una mirada más centrada en el registro interno.
La de la NO inmersión. Inmersos no podemos registrar.
Distanciarse del exterior para contemplar adentro. Esa distancia si, no la del sentir.
No se puede contemplar inmersos en una agenda llena, no se puede contemplar lo que nos pasa con otros, y con nosotros mismos.
Al menos, yo, necesito esa distancia para que aflore lo que es genuino. No importa si es enojo acumulado, tristeza, alegría, ideas. Distanciarse en este caso, es cerrar una puerta para abrir otras que crean oportunidades nuevas. Espacios que se abren adentro son espacios que se abren afuera y viceversa.
No importa qué proyecto tengamos o cuántos. El proyecto más valioso que tenemos somos nosotros mismos. Será así siempre.
No se trata de un ejercicio ocioso, sino saludable. Tomarse el tiempo para el registro interno, para ser conscientes de cada movimiento sin atropellarnos, sin aplastarnos, sin evadirnos. Porque eso que nos hicieron, es lo que nos hacemos.
Quizás ese proyecto (pone aquí negocios, relaciones, a gusto) que tanto se lleva tu energía, simplemente tiene que marchar, o reconvertirse, pero en la inmersión no se ve.
Eso si, dejar de sostener lo que no se sostiene por sí mismo es primero un movimiento interno.
A medida que la distracción nos mantiene atrapados, inmersos, desregulados, cada vez resulta más importante reconocernos inmersos para poder hacer un movimiento de compromiso con nosotros, con lo que buscamos.
Hace unos días, en consulta individual, mi consultante comenzó diciendo que buscaba calidad de vida con su nuevo proyecto, mientras contaba los malabares que hacía con sus horarios, y cómo movía la agenda a gusto de sus clientas “más exigentes” perdiendo el control de su tiempo personal y descuidándose a sí misma.
Yo sentía el desborde y así la miraba…
Y se le iba quebrando la voz…
Cuánto más contaba
más se daba cuenta
más lloraba
Tomar distancia es necesario, a veces solos no podemos, necesitamos a alguien que mire con nosotros, sencillamente porque inmersos no podemos
Otras veces mirar solos da mucho miedo, aquel miedo que te contaba al principio
Si necesitas mi acompañamiento para trabajar mejor en tu proyecto, las consultas son a medida de tu necesidad, de tu rutina, y podemos pensar juntos como dar pasos a tu favor
Pd. Te cuento que mi agenda estará abierta de forma parcial y exclusivamente hasta el 30 de noviembre. Ya te conté los motivos.